¿Y ahora?
¿Donde está la expiación?
Finalmente reconozco mi dolor y mi miedo de ser mutilado. Animalito herido que se guarda en un rincón temeroso del golpe que teme que llegue.
¿Causaré dolor otra vez? Casi sin darme cuenta se ha colado un nuevo juego y ahora, ya completamente entregada a él, reflexiono en las consecuencias de lo que podría ser un acto egoísta.
Ah la pasión y la exuberancia.
Un secreto.
Un secreto que me será muy caro.
Tal vez no pase nada, pero el olor de la nueva cacería me dilata las fosas nasales y casi con terror sublime busco la imagen en el puerto, aguardando a que llegue la nave, sin saber quien es el que se bajará de ella, de antemano odiando al que sobreviva por que eso significa la muerte del otro y entregándome con culpa loca al amor del vencedor.
Y después que pase la tormenta y el barco vuelva a largar amarras, recorreré el camino de regreso a mi hueco solitario, a mis tardes indolentes, a mi lánguida depresión que por lo menos me deja algunas horas horas libres para no vivirla desgarrándome. Con la mirada fija en el mar, hasta que se lleve toda la luz de mis ojos.