Monday, May 19, 2008

Una de garzas


Una de garzas...
Y una conversación inocente, casi un jalón de oreja para una amiga de pronto se convirtió en una semilla, la cual echó raíces y empezó a salir una plantita. Como en la maceta de Negrita todavía no es posible saber que florecerá, pero es vida, que va creciendo y abriéndose paso, temerosa, pero ahí va.
Juntas, nuevo vocabulario, nueva actitud, laptops, macs, CEO, PR, merchandising, licensing, branding, product placement, toda una nueva biblia que aprender y memorizar, barajar.
Ni siquiera puedo concretar cuál lado es el correcto, aunque también mi cabeza me argumenta que no hay lados correctos ni equivocados. ¿Será la publicidad o la cultura? ¿Estoy lista para dar este paso? Y mientras entro a mi nuevo cuarto no puedo evitar una mirada nerviosa hacia atrás para ver como la puerta del cine se cierra, aviento una peineta, la de nácar, la que tiene una filigrana con los bordes, y queda prendida, impidiendo que se cierre por completo. ¿Cobardía, prudencia, orgullo?
Y los días en el pueblo fueron una pesadilla, lejos de mi piel, palabras rudas y egos altos y yo cada vez más pequeña, jugando un rol de cortesana de lujo que exige y torpe pretende no entender, mientras se asoma a los archivos privados y abre cajones con la punta de su prendedor. Luego la huida, acompañada del dolor, esa punzada atravesada, escucho mi propio pulso ensordecedor como un reloj, tic tac tic tac, se acerca la hora, se acerca la hora, pero por fortuna llego a casa y me tiendo, febril, con las manos temblorosas, pero ya lejos de aquello y con espacio para darle rienda suelta a este pecho, a estos suspiros hasta que el dolor se va y el cuerpo se calma.
Que alegría las noches con el escritor, su depresión oscura y mórbida sin ser tan salvaje como la mía, pero lúgubre, venenosa. Lo quiero y me sorprende el haber llegado a quererlo tanto, secos y lejanos en un principio, compitiendo y atacándonos, una palabra mordaz, un sarcasmo. Y me regodeo en la palabra amable ocasional, en el gesto oculto a los extraños, en la mirada. Mi cómplice, aquel que es mi amigo.
El anciano mayor me regala sus consejos en una larga tarde de aprendizaje intensivo, me ofrece ayuda, me explica y me entrega en fragmentos el proyecto que se va formando en mi cabeza, tímido, con espacios todavía sombreados. Lo escucho y me maravillo de que el esté ahí sentado, dándome, como niña tonta que soy mientras lo escucho tengo que morderme los labios para que no salgan lágrimas de admiración por tenerlo. Hacemos juntos muchas grullas y siento como mi deseo toma forma y tiemblo de alegría por saber que el camino, que es la mejor parte, es justo donde estoy. En el regreso mi día se volvió perfecto y alcancé a tocar la gracia (como dirían mis compañeros anglófilos) con un disco perfecto cortesía de Rojo, que una vez más, le ha dado en el clavo y entre las líneas que surgen de las bocinas acompañadas de acordes magistrales hacen que mis viajes se vuelvan un gozo morboso, casi masoquista, mientras pienso: Don´t kiss me goodbye baby, sobre todo si al abrir los ojos ves a alguien que desprecias físicamente, pero realmente no veo lo que alguien puede ver en cualquier otra persona pero tú. Y voy cantando y en el coche de al lado el tipo guiña el ojo y está a punto de aplicar un estudiadísmo: How yu doin´? pero la luz verde me salva y me escapo, feliz con mis letras y mis notas y mi saber que siempre hay una canción.
Y me escapo de todos ellos, de sus perversiones, de sus desvíos, de sus pasiones, de sus manos que buscan estrechar, tocar, penetrar. Su calor, su sudor, les digo adiós y me desprendo de ellos y su traje de visón que me asfixiaba. Los reconozco y les puedo llamar por sus nombres, violentos, perversos. Que todavía puedan hacerme sufrir no es culpa ni de ellos ni mía, es y así es, pero ya sabré como llamarles cuando quieran sostener mi cara y forzarme a verlos a los ojos. Y se quemarán con lo que hay detrás de ellos. Y pienso en mis dueños, mis demonios, fantasmas. Pienso en la lujuria, esa compañera que destierro de mi cama, asqueada de su contacto demasiado intenso y prolongado. Pienso en aquel que me avasalla y lo acepto. El será siempre. Pero ya no le tengo miedo. Puedo despreciar su compañía y prefiero voltear el rostro a praderas en donde nunca estaré satisfecha pero en las que hay paz. No quiero esa amor que quema y destruye todo a su paso. Incluso en mi más tiernos afectos soy la muerte roja, la locura, la rabia, Bagueera... ahora deseo la compañía de un amante callado, que lea y que la serpiente detrás de mis ojos no lo excite ni lo asuste. Un amigo silencioso que no irrumpa y aturda, un animalito tranquilo al lado del cual tenderme y escuchar la mañana llegar.
Y no los romperé, me muerdo los puños y desgarré las orillas de mi ropa aguantando las ganas de ir. Recordé aquellas líneas que Léa le dice Cheri en su última visita: Por tan poco tiempo que vas a estar aquí, procura no hacer desagradable tu estancia. O algo así. Y por eso no iré a su lado a admirarlo, ni me reflejaré en sus ojos, ni hablaré con el lenguaje del viento. No destruiré a los hermanos. No será mi mano la que inflija el golpe mortal.
¿Todo cambiará? Yo tengo que cambiar. El tiempo de las nuevas canciones ha comenzado, ese viento que en Su última salida en el escenario Watson no alcanzaba a comprender mientras que el otro, más sabio, dilataba las aletas de la nariz recordando alguna antigua cacería.
Pero el pasado se escapa, me quedo con estas noches cálidas y húmedas, llenas de trampas y misterios. Muy bien, adelante, bienvenidos sean, no me precio de estar a la altura, mis debilidades de manifiesto están, pero cuando llegue la muda huesa no me encontrará sentada junto a la ventana. Antes voy yo a su encuentro. Y en medio, me divertiré. El juego ha comenzado.

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