Friday, February 10, 2006

Era una mañana

Era una mañana, Milla ya estaba levantada desde hacia rato y esperaba impacientemente a que su dueña se levantara y le diera de comer y la sacara a pasear. El resto de la casa estaba en mediana actividad, con F que habia salido como un relampago a cumplir con sus misiones de agregado cultural y con G que sufria de un penetrante dolor de oido, resultado de ser una niña mala. Los gatitos observaban desde las escaleras los movimientos de Milla, preguntándose que habían hecho ellos para merecerse semejante insulto, en forma de pelos, movimientos de cola y pedazos de ropa interior mordisqueada por toda la casa. Finalmente, ante la inminencia de las urgencias físicas, Milla tomó medidas drásticas, se armó de valor comiéndose unos pantalones olvidados en el piso y brincó encima de la cabeza de su dueña. Esta se levantó entre refunfuños, cabellos revueltos y la acostumbrada mala leche. Gruñendo, bajó las escaleras y se dispuso a cumplir con sus obligaciones. Milla miraba a prudente distancia, expectativa pero sonriente, agitando el rabo en un tonto movimiento circular, con la satisfacción del chucho que se sabe en el fondo la reina de la casa.

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