Desde mi vitrina observo tu ventana,
distorsionada, páginas de lluvia entorpecen la mirada.
Uno, dos, tres,
son días o semanas,
que desde mi lugar observo,
quieto, al acecho.
Pero tus cortinas nunca dejan entrar el sol,
nunca dejan entrar la lluvia,
sólo el marco como referencia.
Me imagino lo que haces ahí dentro
y me pongo tus zapatos
mientras le doy un gran trago a la botella
que siempre guardas,
escondida, apenada.
Te observo mientras trabajas,
mientras juegas,
mientras eres el niño de mi infancia perdida.
Y me visto de azul, fragmentos plata como cristales y diamantes
que se estrellan y penetran salvajes
pero me convierten en la estrella de mi propio espectáculo.
Y cae la noche y la luz nunca se enciende,
nunca estás
y no puedo soñar con el mismo cielo que tú.
No sé donde estás.
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